La sabiduría de los líquenes
1
Se oye la llave accionando la cerradura, saluda sin mucho empeño lanzando un hola al aire, tira el abrigo en el respaldo del sillón y se derrumba en él. Ella le mira preocupada.
‒‒¿Qué te pasa?
—Estoy fatal, hoy definitivamente se ha roto todo.
—¿Qué ha pasado?
—El grupo se ha ido a la mierda.
—¿Y eso?
—Ya llevábamos tiempo mal y hoy ha explotado. Esto es como una relación de pareja, pero con cinco personas, cada una con su enorme ego.
—Llevo tiempo notándote raro, apagado.
—Claro porque me lo estaba viendo venir y llevo tiempo que no estoy bien, voy a arrastras, sin energías.
—Ya, ya. ¿Y si nos vamos al pueblo?
—¿Al pueblo? ¿A qué?
—Ya sabes que llevo tiempo queriendo ir, además nos servirá para desconectar, mejor dicho para reconectar.
—El pueblo, qué aburrimiento.
—Descuida que estaremos entretenidos, tengo un plan.
2
Se levanta temprano, ha dormido como el culo, maldito colchón y no sabe qué hacer en esa casa. Ni siquiera entiende la cafetera. Está todo lleno de trastos que nadie quiere en sus casas pero que piensan que pueden tener otra vida en el pueblo. Se pregunta qué hace allí y cuál es el famoso plan de Lucía que se levanta un par de horas más tarde, de buen humor, como siempre y le suelta, así a bocajarro, que se ponga las botas, que se van al bosque. Él protesta sin convicción pero obedece y enseguida están tomando el camino que sube al cementerio, se desvían a la derecha hasta llegar a un bosque en el que abundan los robles, hay ejemplares añosos impresionantes. Manuel, no puede evitar flipar con el bosque, la humedad les envuelve y se queda embobado mirando unas plantitas que crecen en los troncos.
—¿Esto que es, que está por todas partes?
—Esto es una maravilla de la naturaleza, son líquenes.
—¿Líquenes? —se pregunta Manuel. —¿Son plantas?
—No, son una combinación entre un hongo y un alga fotosintética o una cianobacteria. Aquí como ves, hay miles de magníficos ejemplares, lo que indica la buena salud del bosque. Viven en una simbiosis perfecta. El alga aporta los nutrientes y el hongo la capacidad de adherirse al sustrato, además de protección, agua y sales minerales. Los dos que son uno en realidad, salen ganando.
—¡Qué maravilla! Ojalá los humanos fuéramos tan listos
—Pues todavía hay más. En épocas de sequía extrema se desecan, pero no mueren, se quedan como en un estado latente, son poiquilohidros, un palabro raro, ya sabes. Pero lo maravilloso es que con la vuelta de las lluvias, de la humedad, es como si resucitaran y siguen creciendo con vigor.
—Joder, qué envidia, me están empezando a gustar estos paseos tuyos.
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