Cuánto tiempo sin pasar por aquí, sin bloguear. Curioso lo del tiempo que a veces es como el viento y otras se enreda en los engranajes de los relojes y camina a paso de tortuga. Echaba de menos el escribir sin pretensiones, lo que vaya saliendo, sin tanto corregir, porque cuando tienes intención de publicar lo que escribes, mejor dicho, que alguien te haga caso, lease una editorial, un concurso o una revista literaria, la cosa se complica y hay que tener mucha paciencia. El tiempo, volvemos a lo mismo se vuelve una masa viscosa como en aquellos relojes de Dalí, de La persistencia de la memoria . Más que de memoria, de la que no voy muy sobrado, lo que yo vengo a constatar es la paciencia , la que hay que tener cuando eres un don nadie y quieres gritarle al mundo que escribes y que no lo haces demasiado mal, modestia aparte. Acaba uno mirando el correo varias veces al día y nada, no hay más que promociones y demás mierdas. Los plazos de los concursos son interminables, las respuestas
Fran, un amigo, compañero y referente. Ya lo decía mi madre , procrastina que algo queda y yo soy muy obediente. Me gusta acostarme pronto y madrugar . Amanecer antes de que salga el sol, escuchar el canto del gallo con el café calentito y ponerme a escribir . A veces en un cuaderno, otras en el teclado enano de este Mac que aun me impone, con este monitor extraplano tan desorbitado, tan enorme. Me parece que lo mío es chiquito , más de pantalla de celular. En lugar de aprovechar el poco tiempo que tengo y que le robo a la almohada para avanzar con el taller y sus consignas, suelo enredarme escribiendo cosas random en redes sociales, en el Club de MNE o en cuadernos para mi. Incluso en el mismo móvil, de forma bien extraña me resulta cómodo escribir en el smartphone. Si se fijan muchas de las cosas que mencione en los párrafos anteriores vienen del otro lado del Atlántico , de Argentina básicamente. Nunca di el salto, al menos en el mundo tangible, constatable, en lo que llamamos