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Fuimos aprendiendo a manejar tu pelaje. Ya sabes, tuvimos que ponerlo en manos de una profesional estupenda que ya se jubiló, por cierto. Todos los meses te dejaba como un pincel, tan guapo. Un día llegó el otro, tú le mirabas con cierto recelo, hasta que un día le dijiste: ¿pero tú no venías a pasar unos días?
Y así, nos convertimos en familia “numerosa”, en verano íbamos a la playa y en invierno a la nieve. Los años han ido pasando tan deprisa entre paseos, siestas y algún que otro charco.
Ayer, cuando llegué a casa tras unos días fuera, te saludé con cariño y no pude evitar temblar.
Son muchos años ya para un solo bichón. Te cuesta andar, prefieres estar tumbado, a veces te desorientas… Y no se puede hacer mucho, solo quererte, compañero, visitar a Patri, la veterinaria…
Me maravilla la dignidad con la que llevas tus múltiples achaques, sin lamentos. A veces te saco a la calle en brazos a hacer tus cosas y luego vienes andando tan despacio. La gente nos mira sorprendida. Ahora que todo el mundo tiene perros, me pregunto cuantos no acabaran en la protectora donde trabaja como voluntaria Elena. Tú que eres tan listo (y un poco místico, sospecho yo) observas con recelo como todas las parejas recién instaladas se agencian una “mascota” en cuanto firman el contrato de alquiler, como si todo viniera en el pack. Me dices que también hay humanos sensatos que nos tratan muy bien y no se cansan, que hay algunos que incluso nos humanizan demasiado.
Yo no sé qué decirte, compañero. Los humanos somos unos bichos muy raros. Para nosotras Casper y tú sois parte de la familia, dos mamíferos más de la manada.
Como dice Zoe, TE QUEREMOS TANTO QUE NO VEAS.
#nocompresadopta
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