Cuánto tiempo sin pasar por aquí, sin bloguear. Curioso lo del tiempo que a veces es como el viento y otras se enreda en los engranajes de los relojes y camina a paso de tortuga. Echaba de menos el escribir sin pretensiones, lo que vaya saliendo, sin tanto corregir, porque cuando tienes intención de publicar lo que escribes, mejor dicho, que alguien te haga caso, lease una editorial, un concurso o una revista literaria, la cosa se complica y hay que temner mucha paciencia. El tiempo, volvemos a lo mismo se vuelve una masa viscosa como en aquellos relojes de Dalí, de La persistencia de la memoria . Más que de memoria, de la que no voy muy sobrado, lo que yo vengo a constatar es la paciencia , la que hay que tener cuando eres un don nadie y quieres gritarle al mundo que escribes y que no lo haces demasiado mal, modestia aparte. Acaba uno mirando el correo varias veces al día y nada, no hay más que promociones y demás mierdas. Los plazos de los cuncursos son interminables, las respuesta
Cuatro (o cinco) luces.
Cuando sube el café.
Cuando fluye la tinta y se transforma en caudal.
Cuando vos reís.
Cuando, de repente, me sueltas: "Eres el mejor papá del mundo"
Cuando somos más y soy menos.
... y algunas sombras.
Cuando se instala el rencor entre tus cejas y ya no sonríes, nunca.
Cuando nunca está tan, tan lejos.
Cuando las palabras son pájaros que no saben volar.
Cuando me muero de miedo.
*Puntos Suspensivos. Joaquín Sabina.
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