El pasado mes de octubre ha sido, para mi, una etapa muy fructífera en cuanto a lo de escribir. Días de recoger lo sembrado como en una vendimia tardía. También, no lo voy a negar, ha habido alguna desilusión, pero el cómputo global ha sido más que positivo y todavía quedan algunas cositas por concretar. Por poner solo un par de ejemplos, La sabiduría de los líquenes ha sido publicado en el número de octubre de la revista chilena Entre paréntesis y El licántropo ha hecho lo propio en Huellas de tinta . También gané unos libritos muy chulos de la Editorial Almadía en una dinámica veraniega con otro microrrelato y ya digo que hay bastantes cosas pendientes.
Instagram tiene sus cosas buenas, una de ellas son los ejercicios literarios que abundan, sin pretensiones, sólo por el placer de ejercitarse, de ejercitar las neuronas, valga la doble redundancia. He descubierto a @somostextomx a través de Penélope Córdova la profe de un curso de Domestika.
La propuesta es sencilla y muy abierta. Y sin pensarlo demasiado, que es como mejor se hacen estas cosas, haya que me lancé.
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