El pasado mes de octubre ha sido, para mi, una etapa muy fructífera en cuanto a lo de escribir. Días de recoger lo sembrado como en una vendimia tardía. También, no lo voy a negar, ha habido alguna desilusión, pero el cómputo global ha sido más que positivo y todavía quedan algunas cositas por concretar. Por poner solo un par de ejemplos, La sabiduría de los líquenes ha sido publicado en el número de octubre de la revista chilena Entre paréntesis y El licántropo ha hecho lo propio en Huellas de tinta . También gané unos libritos muy chulos de la Editorial Almadía en una dinámica veraniega con otro microrrelato y ya digo que hay bastantes cosas pendientes.
Tinta de colores para divagar, como el cauce que no sigue la línea recta, el caudal que fluye por meandros adaptándose al relieve, al territorio. Como el recodo al camino, cuando resulta infinitamente más sencillo discurrir que narrar. Será cuestión de seguir aprendiendo, de elegir unos caminos y descartar otros, de atravesar regatos de un salto evitando el cieno.
La pobre Virginia, donde quiera que este, podrá esperar mis torpes conclusiones.
(Si no has podido leer bien en la imagen, házmelo saber, porfa😀)
Sí, otra vez un blog
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